Las aguas subterráneas se revelaron como ascuas de esperanzas sobre los rostros de la tierra de ébano.
El agua ascendió como la luz huye en la pintura de Monet, allí en forma de mártir.
Ahora es un estanque abierto donde afloran los libros sumergidos y donde la libertad del hombre baña la voz quemada de Mohamed Bovazizi.
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