miércoles, 22 de diciembre de 2010

Párpados. Juan Francisco Castaño

Todo sucedió muy rápido, fue escuchar el anuncio de los niños y el sólido suelo se convirtió en una mágica cama elástica pues todos saltábamos sin esfuerzo, tapones de corcho despegaban de sus botellas dejando escapar cientos de burbujas que a borde del cava terminaban en unas bocas secas por la emoción de donde pasaban a suavizar gargantas irritadas por alegres cánticos de escasa entonación. Abrazos, besos y felicitaciones en general se sucedían como si de una boda se tratara, y también algún pellizco que otro para asegurarnos de que no era un sueño, en nuestros rostros expresiones tan reveladoras y elocuentes que sugerían incluso con los párpados echados, que por fin, que ya era hora, que gracias a Dios nos había tocado el gordo.

viernes, 17 de diciembre de 2010

¿A quién le toca ahora?- Reme Rabadán

¿A quién le toca ahora?-
¡A mí!, me toca a mí, mami-.
Vale, ya cierro los ojos-.

Callado y mimoso me dio un primer beso en la punta de la nariz, me besó la frente y por último con sus pequeños labios besó mis párpados cerrados.

Me quedé absorta...

-Mami, te toca a ti ahora- me dijo bajito al oído. Parecía que temiese despertarme.

Párpados. Reme Rabadán

-¡Abre los ojos! ¡abre los ojos joder!-. No contestaba, desmadejada en el suelo de la cocina, parecía una muñeca rota.

-¡Ana, por favor! ¡joder Ana que has hecho!¡ Ana!-.

Cogí el inalámbrico que estaba sobre la mesa, junto al vaso de agua, mi llamada estaba reflejada en último lugar. Marqué el 112...



-¡Ana, por favor, dime algo, ...despierta!!!



-¡Oh, Ana!

Por un momento sus pupilas asomaron tímidamente a los ojos.



Lucía... me pesan mecho los párpados-.



Fue la última vez que los abrió. Cuando llegó la ambulancia sus párpados habían dejado de luchar por abrirse, mientras se escapaba su vida a raudales por todos los cortes.

Párpados. Reme Rabadán

Siempre beso con los ojos cerrados, ¿es una costumbre? no sé, o quizá embeleso. Pero anoche no pude resistirme, necesitaba mirarlos: ¡su boca era tan tierna!! ¡ Sus labios me decían tanto!!. No paraba de imaginar lo que estarían por decirme sus ojos, así que: abrí los párpados lentamente.

Último movimiento. Paco Gálvez.

Tornasolados se vuelven todos los tonos de las nubes altas ajironadas, anunciando frío para mañana.

Yo, sentado en la terraza, acodado como un césar, aguardo.

Espero a que el párpado de la noche ponga fin a la sinfonía de colores.

Párpados. Pedro Donoso.

Al unísono se abren por naturaleza. Uno, a las hogueras del hombre, el otro a la indiferencia suprema. Uno de ellos es un amanecer sin papeles, un indigente como una guitarra ausente en las horas vencidas, una catarsis en medio del mar siguen pariendo a África con el cordón umbilical vencido por un llanto de sal.

El otro amanecer envilece a un ciego silencio que misa y observa un termómetro de plomo dispuesto a reflexionar a no dar el brazo a torcer, a seguir orinando sangre.

En las imágenes que nos llegan no tienen culpa los párpados.