lunes, 14 de febrero de 2011

Rubén Vargas. Interior.

Hace días decidí ordenar mi armario, una tarea que he ido postergando mucho tiempo, hasta que al fin he encontrado el tiempo y las ganas para hacerlo.

Al fondo, después de apartar un montón de ropa, libros y otros trastos que he ido amontonando, he encontrado un pequeño cofre. Hacía años que no me acordaba ni que existía.

Me senté y pensé ¿qué habrá dentro? ¿qué descubriré en el interior de este olvidado rincón de mi recuerdo? Es un cofre que tenía cuando era niño donde guardaba multitud de cosas: mis secretos más confesables, mis anhelos más ocultos, las verdades más negras y las mentiras más arriesgadas, los recuerdos más dolorosos junto a las más tiernas y puras alegrías. Durante mucho tiempo, ese cofre y yo fuimos juntos a todas partes. Llegué a pensar que sin él no era nada. Que era una parte más de mi, como si de un brazo o una pierna se tratará.

Pero con el pasar de los años, le fui dejando de lado, dentro de él no seguí guardando lo más preciado, lo más fabuloso, lo mejor, sino que lo arrinconé en el fondo del armario, junto al resto de cosas inútiles e inservibles, y me olvidé de él.

¿qué contendrá? ¿seguirán estando todos esos tesoro ¿ó estará vacío, ya que el tiempo, la memoria y el olvido han hecho mella en él y lo han dejado seco, muerto e inerte? ¿qué contendrá mi pequeño cofre? ¿qué esconde en su interior?

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