viernes, 16 de octubre de 2009

La nacencia

Después de nuestra última tertulia nos pusimos como reto el acercamiento progresivo a la poesía y a su análisis. Os dejo un poema de un extremeño que nos ha llegado a tod@s.

La nacencia
I
Bruñó los recios nubarrones pardos
la lus del sol que s´agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d´un coló de naranja se tiñeron.
A bocanás el aires nos traía
los ruíos d´allá lejos
y el toque d´oración de las campanas
de l´iglesia del pueblo.
Íbamos dambos juntos, el la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé, mu malita,
suspirando y gimiendo.
Bandás de gorrïatos montesinos
volaban, chirriando, por el cielo,
y volaban pal sol, qu´en los canchales
daba relumbres d´espejuelos.
Los grilos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y, roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.
¡Qué tarde más bonita!
¡Qu´anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!
-No pué ser más- me ijo-, vaite, vaite,
con la burra pal pueblo,
y güervete de prisa con l´agüela,
la comadre o el méico.
Y bajó de la burra poco a poco,
s´arrellanó en el suelo,
juntó las manos y miró p´arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.
¡Dime, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com´un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
es no! De la rama
d´arriba d´un guapero,
con sus ojos reondos
me miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡ No tengo juerzas pa dejagla sola,
pero yo de qué sirvo si me queo!
La burra, que roía los tomillos
floridos del lindero,
careaba las moscas con el rabo,
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¡Qué pensará la burra
si es que tiene las burras pensamientos!
Me jui junt´a mi Juana,
me jinqué de röillas en el suelo,
jice po recordá las oraciones
que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p´hacé memoria de los rezos...
¡Quién podrá socorregla si me voy!
¡Quién va po la comadre si me queo!
Aturdió del to gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo,
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¡qué mirará tan fijos
los ojos del mochuelo!
No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s´aplacaron,
s´asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roando, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!
M´arrimé más pa ella:
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la lus de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.
Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roando,
y, prendío d´un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Qué bonita y que güena,
quién pudiera ser méico!
Señó: tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos,
Señó, tú qu´eres güeno,
tú que jaces que broten las simientes
qu´echamos en el suelo,
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo,
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres ni méicos...
¿por qué, señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?
¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento,
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
jizo Dios un milagro,
¡no podía por menos!
II
Toíto lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo de dambos, hijo nuestro...
Ella me le pedía
con los brazos abiertos.
¡Qué bonita qu´estaba
llorando y sonriyendo!
Venía clareando,
s´oían a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo,
salí con él corriendo,
y en un regacho d´agua clara
le lavé to su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
bautizando a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.
Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj´una encina
del caminito nuevo.
Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo:
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.
Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo,
y jue la mesma luna
quien le pagó aqule beso...
¡Qué saben d´estas cosas
los señores aquellos!
Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino:
¡no podía por menos!

jueves, 1 de octubre de 2009

El comienzo de la andadura electrónica...

Hoy hemos dado un nuevo paso en nuestros encuentros. Avanzar supone una superación y en ello estamos, intentando mejorar para disfrutar aún más.
Sólo unas palabritas del libro que hemos compartido hoy.

"el tiempo es la vida y no la eternidad!
"el tiempo nos hace como somos, amamos tanto porque nos arrastra, para olvidarnos de él, en la desesperanza de ir deshaciéndonos, nos agarramos al ancla del amor, pero el cable se escurre , seguimos arrastrados y el alma se exaspera, gateamos con las manos sobre el cable, ¡y a veces podemos más que la corriente!, tan solo unos instantes pero ése es el Momento..."

La vieja sirena. José Luis Sampedro.