viernes, 17 de diciembre de 2010

Párpados. Pedro Donoso.

Al unísono se abren por naturaleza. Uno, a las hogueras del hombre, el otro a la indiferencia suprema. Uno de ellos es un amanecer sin papeles, un indigente como una guitarra ausente en las horas vencidas, una catarsis en medio del mar siguen pariendo a África con el cordón umbilical vencido por un llanto de sal.

El otro amanecer envilece a un ciego silencio que misa y observa un termómetro de plomo dispuesto a reflexionar a no dar el brazo a torcer, a seguir orinando sangre.

En las imágenes que nos llegan no tienen culpa los párpados.

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