martes, 22 de marzo de 2011

Eficaz. Rubén Vargas

Aquí me encuentro de nuevo, frente al espejo. Peinando mis largos cabellos rubios, odiados y admirados.
Estoy a punto de casarme con Alfonso. Esta vez si lo hago por amor, le quiero, quiero estar con él, envejecer con él, amarle sólo a él.
En esta ocasión, mi padre, no sólo me usa como su eficaz herramienta en el juego de la política, sino que también ha escuchado mis súplicas, y a mi corazón.
Por primera vez me siento una mujer libre, para escoger y ser escogida, para decidir, para ser yo misma. Por fin seré Lucrecia, sin el amparo del papa ó del esposo que me toque en turno. Seré su mujer porque él lo ha querido y él mi marido porque yo lo he escogido.
Por fin seré Lucrecia, Donna Lucrecia de Aragón, Señora del Nápoles, y no Lucrecia Borgia, hija de Alejandro VI, el pecado de Roma.

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